sábado, 26 de mayo de 2007

MicroCuentos (1)



DEFENSA CULPABLE

No Señor Juez, su vida no me pertenecía y no soy Dios como usted dice, sólo soy mujer y no lo maté porque era mío, lo maté porque era de todas.


AMOR BRUTAL

Amó hasta embrutecerse y bruta amó a quien ignoraba su amor y brutalidad. Por eso tal vez lo descuartizó brutalmente y guardó su corazón, como una verdadera bruta en un frasco lleno de alcohol en bruto.


EVIDENCIA

Detenida en un prolongado momento, calculó sin mirar reloj, el tiempo transcurrido en la ventana. Eran dos horas, o tal vez dos años, dos siglos, o quizás dos segundos, lo cierto es que aún continua con el pensamiento detenido, dejando pasar las horas o tal vez la vida.

Debo hacer algo. Murmuró hacia dentro de sí misma. Debo hacer algo. Murmuró muy adentro de sí misma.

Aún le duele el cuerpo. Nadie comprenderá lo que es tragarse junto con el pan las humillaciones, los golpes, el olor a trago sostenido antes y después de cada violación.

La justicia no se apoya en sentimientos, solo mirará la evidencia, el cuchillo, un esposo muerto en la cama y nadie más en la casa.


CADENA DESESPERADA

El amanecer aún no despierta de su letargo y ya tiemblan las horas del día. Algo inesperado quiere darse en el último acto de esta noche. Los ángeles nerviosos se mantienen a la expectativa, mientras en el infierno un condenado atiza el caldero.

Un hombre no acostumbrado al fracaso mira como el hambre ha instalado su reino en el estómago de sus hijos. Con el insomnio esculpido en las ojeras, los besa entre miedos cansados y esperanzas quebradas.

La mano le tiembla sobre la cabeza de los dos niños dormidos, luego en un segundo, se escucha como tres disparos hablan de la desesperación y despiertan a la madre, que ahora viuda clama auxilio y piedad.

Nadie responde, los perros aún ladran al sentir la muerte y el cuarto y último disparo.


DESPUÉS DEL TÚNEL

Descalza de voces mira las horas transitar por su piel ojerosa. La tristeza de otras mujeres no la perturba. Tiene suficiente con sus lágrimas sostenidas a pulso. Sabe a lo que saben cada lágrima y el incendio que dejan cuando humedecen el rostro.

Un túnel oscuro lleno de niebla se apodera de su lucidez cercenada a puro grito.

Toma el cuchillo con una seguridad abismal y lo clava en la pared gritando: ¡Esta vez no me mataré!.


AUSENCIA CON GUSTO A FLORES

Cuando supe que tu ausencia tenía gusto a flores, tomé las tijeras del jardín y podé la distancia que había entre tu cuerpo y el mío.