viernes, 1 de febrero de 2008

Un día normal



Era un día más. Uno de tantos que forman los meses. Sin que los dioses enviaran señales, salí con la intención romántica de vagabundear por la ciudad sin hacer nada..

Una ida al cine esperando noche no es mala idea. Es extraña la sensación de entrar a un lugar con luz día, llevando en la retina los trámites de la gente, el apuro de oficinistas, las tiendas abiertas y luego, al salir, la primera impresión es que la ciudad fue cambiada por otra.

Las luces de neón invitan a entrar, a pedir un trago para asistir al funeral de este día y de pronto al segundo sorbo un ángel aprobando para su cielo la compañía de esta alma.

Todo fue de inmediato, el ruido de sus ojos buscando silencio en mis ojeras, el universo de sus yemas buscando constelaciones en mi brazo. Nada que decir ni pedirnos. Nada de hasta la muerte o de llamadas temprano.

Coronado el día, había que coronar la noche a lo humano. Nos fuimos hablando trivialidades a una pieza cercana, donde regalan dos piscolas por la visita. Cerrada la puerta, tus manos, como si tuvieran la costumbre de un pirata, despojan todo lo que impedía que los cuerpos se encontraran.

Cuantos besos, cuantos gemidos, cuantas malas intenciones consumadas. Salió todo lo bestia, todo lo primitivo que recuerda y necesita la carne para saciar bajos instintos y hacer historia.

Solicité dos piscolas más y que besaras mi cuerpo para redimir los pecados de los que no quieren alcanzar esta eternidad. Las copas están a medio beber, el pulso alcanza una relativa estabilidad, que se ve alterada al sentir que tus labios prenden el incendio amagado. Y yo, corsaria del siglo XXI tomo lo que te queda de vida por esta noche y tus manos le dan a mis caderas otra dirección salvaje.

Nuestros cuerpos cenizas han saciado el hambre y cobran lucidez. Cordura, que me hace reconocer en silencio, que eres el mejor puto que he conocido. Al despedirnos me entregas tu tarjeta, ya sabía que no eras un ángel, y la guardo, mientras los dioses de turno continúan castigando a los pecadores.

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